La progresiva adquisición de la postura erguida resultó determinante, al desencadenar una serie de modificaciones anatómicas que fueron diferenciando, cada vez más, a los homínidos de sus antiguos parientes.
La evolución de la forma y el tamaño del cráneo fue una de ellas. Desde los primeros, con un acusado prognatismo, hasta los últimos muy globalizados. A lo largo de esta evolución se pierde esplacnocráneo (cara) y se gana neurocráneo que servirá para contener un mayor cerebro.